La llamada. Un retrato,
de Leila Guerriero (Anagrama, 2024).
En
este texto Leila Guerriero profundiza en la vida y experiencias de Silvia
Labayru, víctima del terrorismo de Estado, detenida-desaparecida en la ex-ESMA,
donde dio a luz a su hija mayor. Exiliada en España luego de su liberación,
Silvia vive hoy entre ese país y Argentina. Fue una de las denunciantes de
violación y abuso sexual contra sus captores, junto con otras mujeres, en un juicio
que visibilizó la violencia sexual como otro de los delitos cometidos en los
centros clandestinos de detención.
Guerriero
escribe con la soltura y precisión que la caracterizan, dando una crónica
detallada y precisa de la vida de la protagonista. Con un estilo que recuerda
al periodismo narrativo de Rodolfo Walsh, Guerriero se aferra a los dichos de
sus interlocutores con el fin de dar a conocer lo que sucedió durante el
cautiverio, exilio, liberación y posterior re-construcción de la protagonista.
Para ello interroga a sus conocidos y amigos, ex compañeros de militancia e,
incluso, de cautiverio. Entrevista a sus familiares y arma, con todas las
respuestas, un collage que muestra que la realidad es compleja, y que la de una
vida lo es aún más.
El
retrato de Silvia se arma a partir de las luces y sombras que surgen de los
testimonios reunidos, algunos de la propia Silvia y otros, como se dijo, de sus
amigos y compañeros de militancia. Incluso logra entrevistar a su padre, ya muy
mayor. Guerriero no busca nunca limar las tensiones que surgen entre los dichos
que reúne, las exhibe frente a un lector que sabe, claro, que esas tensiones
vertebran todo relato de vida en el que se escuchan distintas voces que hablan
de cosas que pasaron en otros momentos, bajo otras condiciones. Y esos que
hablan ahora, podría conjeturarse, son hoy muy distintos de lo que fueron ayer.
El
título remite a una llamada telefónica que recibe el padre de Silvia, cuya
respuesta le habría salvado la vida, dando una señal a sus captores de que la “ex”
Montonera se había recuperado. Todo el relato da cuenta de la vida juvenil en
el medio de la violencia política de los 60 y 70. La militancia, incluso
armada, de parte de jóvenes que no llegaban a los veinte años y que tomaban con
(hoy diríamos pasmosa) ligereza los peligros a los que estaban expuestos. Son
jóvenes de clase media, estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires. Esa
situación social, y los recursos a los que ella les permitió acceder, no es
ajena a la vida que tuvieron luego del cautiverio, o al huir de él, y
refugiarse en otro país. La pertenencia de clase surge a lo largo del relato,
tanto de voz de los entrevistados como a través de las observaciones
perspicaces de Guerriero, que da cuenta con detalle de la vestimenta, la casa o
los hábitos de la propia Silvia y del resto de los entrevistados.
Hay
un tema central en el texto y remite a la condición de víctima, la de Silvia y
la de otros que fueron perseguidos, torturados y en muchos casos asesinados por
la represión ilegal que se desató incluso antes del golpe de estado de 1976. Generalmente,
la víctima es presentada recubierta de un halo sacrificial, una figura inerte
frente a la violencia irracional. Es así, un sujeto de-subjetivizado; es decir,
un objeto. De esta manera, se repite la lógica del victimario que toma a su
víctima sólo como un “algo” sobre lo cual ejercer su poder, incapaz de
responder. Esa pasividad se asocia siempre a su carácter inocente, como si el
ser víctima no bastara para recibir un trato empático y exigir la justicia que
salde la ofensa recibida.
Silvia
no juega ese papel, permanentemente da cuenta de su elección militante por la
violencia. Pero tampoco es una militante modelo, que idealiza ese pasado de
lucha, lucha que, admite, ha sido derrotada. Silvia hace crujir tanto el modelo
de la víctima santificada como el de la militante convertida en mártir. Debió
enfrentar la desconfianza e incluso el destrato de otros exiliados que la
acusaban de complicidad con los represores. Es una voz incómoda para quienes,
junto con ella, formaron parte de aquellas organizaciones autoproclamadas
revolucionarias, a lo largo de las entrevistas señala reiteradamente el
machismo que las impregnaba o la cortedad de sus miradas al evaluar las
consecuencias que se avecinaban.
Guerriero
ofrece un libro atrapante, en el que los testimonios arman una figura
calidoscópica que siempre deja ver una fisura o una sombra entre sus partes, formada
con colores de variada intensidad. Así, nos deja a sus lectores la sensación de
que el pasado, antes que una foto prolija, es un rompecabezas ajado y complejo
de armar.
Rosa Belvedresi
Leila
Guerriero es una periodista argentina, su
trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de
los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia
sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre
otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y
perfiles (de su perfil en el diario El
País https://elpais.com/autor/leila-guerriero/)