viernes, 14 de marzo de 2025



La llamada. Un retrato, de Leila Guerriero (Anagrama, 2024).

En este texto Leila Guerriero profundiza en la vida y experiencias de Silvia Labayru, víctima del terrorismo de Estado, detenida-desaparecida en la ex-ESMA, donde dio a luz a su hija mayor. Exiliada en España luego de su liberación, Silvia vive hoy entre ese país y Argentina. Fue una de las denunciantes de violación y abuso sexual contra sus captores, junto con otras mujeres, en un juicio que visibilizó la violencia sexual como otro de los delitos cometidos en los centros clandestinos de detención.

Guerriero escribe con la soltura y precisión que la caracterizan, dando una crónica detallada y precisa de la vida de la protagonista. Con un estilo que recuerda al periodismo narrativo de Rodolfo Walsh, Guerriero se aferra a los dichos de sus interlocutores con el fin de dar a conocer lo que sucedió durante el cautiverio, exilio, liberación y posterior re-construcción de la protagonista. Para ello interroga a sus conocidos y amigos, ex compañeros de militancia e, incluso, de cautiverio. Entrevista a sus familiares y arma, con todas las respuestas, un collage que muestra que la realidad es compleja, y que la de una vida lo es aún más.

El retrato de Silvia se arma a partir de las luces y sombras que surgen de los testimonios reunidos, algunos de la propia Silvia y otros, como se dijo, de sus amigos y compañeros de militancia. Incluso logra entrevistar a su padre, ya muy mayor. Guerriero no busca nunca limar las tensiones que surgen entre los dichos que reúne, las exhibe frente a un lector que sabe, claro, que esas tensiones vertebran todo relato de vida en el que se escuchan distintas voces que hablan de cosas que pasaron en otros momentos, bajo otras condiciones. Y esos que hablan ahora, podría conjeturarse, son hoy muy distintos de lo que fueron ayer.

El título remite a una llamada telefónica que recibe el padre de Silvia, cuya respuesta le habría salvado la vida, dando una señal a sus captores de que la “ex” Montonera se había recuperado. Todo el relato da cuenta de la vida juvenil en el medio de la violencia política de los 60 y 70. La militancia, incluso armada, de parte de jóvenes que no llegaban a los veinte años y que tomaban con (hoy diríamos pasmosa) ligereza los peligros a los que estaban expuestos. Son jóvenes de clase media, estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires. Esa situación social, y los recursos a los que ella les permitió acceder, no es ajena a la vida que tuvieron luego del cautiverio, o al huir de él, y refugiarse en otro país. La pertenencia de clase surge a lo largo del relato, tanto de voz de los entrevistados como a través de las observaciones perspicaces de Guerriero, que da cuenta con detalle de la vestimenta, la casa o los hábitos de la propia Silvia y del resto de los entrevistados.

Hay un tema central en el texto y remite a la condición de víctima, la de Silvia y la de otros que fueron perseguidos, torturados y en muchos casos asesinados por la represión ilegal que se desató incluso antes del golpe de estado de 1976. Generalmente, la víctima es presentada recubierta de un halo sacrificial, una figura inerte frente a la violencia irracional. Es así, un sujeto de-subjetivizado; es decir, un objeto. De esta manera, se repite la lógica del victimario que toma a su víctima sólo como un “algo” sobre lo cual ejercer su poder, incapaz de responder. Esa pasividad se asocia siempre a su carácter inocente, como si el ser víctima no bastara para recibir un trato empático y exigir la justicia que salde la ofensa recibida. 

Silvia no juega ese papel, permanentemente da cuenta de su elección militante por la violencia. Pero tampoco es una militante modelo, que idealiza ese pasado de lucha, lucha que, admite, ha sido derrotada. Silvia hace crujir tanto el modelo de la víctima santificada como el de la militante convertida en mártir. Debió enfrentar la desconfianza e incluso el destrato de otros exiliados que la acusaban de complicidad con los represores. Es una voz incómoda para quienes, junto con ella, formaron parte de aquellas organizaciones autoproclamadas revolucionarias, a lo largo de las entrevistas señala reiteradamente el machismo que las impregnaba o la cortedad de sus miradas al evaluar las consecuencias que se avecinaban.

Guerriero ofrece un libro atrapante, en el que los testimonios arman una figura calidoscópica que siempre deja ver una fisura o una sombra entre sus partes, formada con colores de variada intensidad. Así, nos deja a sus lectores la sensación de que el pasado, antes que una foto prolija, es un rompecabezas ajado y complejo de armar.  

 Rosa Belvedresi

Leila Guerriero es una periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles (de su perfil en el diario El País https://elpais.com/autor/leila-guerriero/)

 


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